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¿Cómo sabemos que
Dios existe?
Sobre todo por el hecho de
que el mundo no es un caos,
sino un cosmos, es decir, un
todo ordenado, armónico, no
absurdo, sino inteligible.
Los científicos son
los testigos
privilegiados de
esta realidad. Si el
mundo no fuera
hecho según un
designio
inteligente y
providente, la
ciencia misma
sería imposible.
Por eso, si los científicos son
honestos, no pueden sino
constatar la maravilla del orden del
universo, el cual habla de una
causa: La sabiduría de Dios.
Juan Pablo II hacía presente esto en el discurso sobre el caso Galileo:
«Quien se dedica a la investigación científica y técnica admitecomo presupuesto de su trabajo que el mundo no es un caos, sinoun «cosmos», es decir, que existen un orden y unas leyesnaturales, que se dejan captar y pensar, y que tienen por tantouna cierta afinidad con el espíritu. Einstein solía decir: «Lo que enel mundo hay de enteramente incomprensible, es el hecho de quesea comprensible» (En The journal of the Franklin Institute, vol. 221, n. 3,
marzo de 1936). Esta inteligibilidad, atestiguada por los prodigiososdescubrimientos de la ciencia y de la técnica, remite en definitivaal Pensamiento transcendente y original, cuya huellallevan todas las cosas»
-Discurso del Santo Padre a la Pontificia Academia de las Ciencias,
sábado 31 de octubre de 1992-
«Quien con
perseverancia y
humildad se
esfuerza por
penetrar en los
secretos de la
realidad, es
llevado, aun sin
saberlo, por la
mano de Dios,
Quien
sosteniendo
todas las cosas
da a todas ellas
el ser» (GS 36).
Toda la creación
es la huella de
Dios en el
mundo. Ningún
hombre es capaz
de crear cosas
tan bellas y
perfectas como
las que nos
rodean. Puede
modificarlas,
copiarlas, etc.,
pero no crearlas.
Todo en el mundo es
huella de Dios: el
universo creado (el
microcosmos y el
macrocosmos) y,
sobre todo, el
hombre, creado a
imagen y semejanza
Suya, por encima de
los demás seres
materiales creados,
por ser capaz de
entender y de amar.
Oder
Por el estilo de diseñar podemos descubrir si una obra es de Miguel Ángel o de Picasso. Cada uno de estos artistas tiene un estilo muy
peculiar de pintar. En cierto modo son huellas artísticas que nos indican el grado de genialidad que poseían.
Algo similar sucede con Dios.
Viendo la creación, obra suya,
la perfección con que cuenta y
su organización tan detallada,
Encontramos huellas de Dios
en todo lo que nos rodea.
Desde la flor que baila con el
viento hasta la bestia salvaje
en busca de comida.
La mente humana también es un reflejo de la inteligencia divina
que nos ha creado a su imagen y semejanza.
Nosotros somos huellas vivas de Dios y
para entender esto nos basta con saber
que hay dos aspectos que podemos
encontrar en una huella:
su materialidad,
que es como la
impresión física en
la tierra, y
su calidad
de signo,
que indica la
presencia de un
ser vivo que la dejó
impresa.
Nosotros, las huellas de Dios,
somos signos vivientes de Dios.