mein lieber gewehr mauser
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7/25/2019 Mein Lieber Gewehr Mauser
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Mein lieber Gewehr Mauser
Le arde en las manos: casi 8 mm de pura energa silente, declamada desde el antao de su
propio invierno de batalla. Una honrosa estabilidad en el tiempo y sin duda una sonrisa, una
quemazn. Debe ser eso que llaman los vulgares la virtud del aplazamiento. El anciano consideraque ha llegado el momento y as es: es ahora.
Y es que el rostro brilla, diran algunos. Es normal, unos dicen que es la seal de Dios. Otros que
es la sombra del hombre: pura vida cromosoma. Otros le llaman el placer de Onn y sus
secuaces. La semilla. El abismo. As que el abuelo se lamenta de sus das en la tierra, cogiendo
kilos y soltando espuma por la boca. Para qu quiere a sus nietos. Para qu lo quieren a l. Que
les jodan. Que reviente. Mira lo que tengo, providencia.
Un instrumento divino. Una extensin de los ngeles. Un rifle, un verdadero Mauser 98, un regalo
de la vida. Lo consigui como herencia de un amigo. Un verdadero amigo y tanto ms que an se
estremece. La tirana de las formas en ese quiste que es el ombligo de la memoria. Cuntos
recuerdos hay en esa caja, ese pequeo atad cpsula de tiempos mejores. Procede a abrirla.
Extrae el arma. Mauser, t sigues a su lado. Mauser.
Lo mira, lo acaricia. El temblor de sus dedos desaparece. La madera parece esperarlo, con una
secreta boca abierta, con la desesperanza del objeto. Lo mira de nuevo, y amorosamente lo cubre,
poco a poco, desde el pequeo plato que ha dejado preparado sobre la mesa, de aceite.
Respira y piensa. Retrocede. Acerca y aleja sus ojos. Ni parpadea.
Calcula.
Desea.
Y se decide.
Se quita la correa, los pantalones, fuera jersey y camisa beige, slo permanece la interior de
tirantes. Los calzoncillos. Los calcetines. Cabecea sobre las pantuflas, que el suelo est helado y
no son horas. Mira el arma, la acaricia. La ropa se ha manchado con el aceite pero le da igual, se
halla en xtasis lbrico desde que empez. Lo pasa por su rostro, lentamente. Huele a corazn, a
ansia. Lo desliza por sus curvas, lo pasea por sus arrugas de gallina vieja que le hacen sitio como
una masa de tarta inverosmil. El rifle est fro y duro para sus setenta y cuatro aos, pero eso no
le detiene: son de la misma fe. Introduce la punta de la lengua en el can con ese olor a hierro y
el sabor levemente picante. La desliza en crculos y gime casi imperceptiblemente. Lo mira por
delante y por detrs, de lado, por abajo y por arriba, como el cuento aquel del elefante. Intenta
hacerlo sonar, pero no puede, porque no hay ni una sola pieza suelta. El aceite forma una capa
mrbida en cada pliegue de su piel. Nota un rubor, una suerte de terremoto pico. All abajo ha
habido vida por un momento, capitn. Esto hay que aprovecharlo. Vamos a la parte de atrs, all
donde se hacen todos los tratos. Y se van juntos. Disfruta. Balbucea palabras y se enciende,porque la vida hubiera vuelto al erial. Persfone. Entra aqu y sal, repite conmigo: nos estamos
zumbando al portero del infierno.
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7/25/2019 Mein Lieber Gewehr Mauser
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As que vemos al abuelo como extensin del rifle. De elasticidad asombrosa, una bayoneta de
pura carne y vejez. Pero muy viva. Y engrasada. Parece hasta fcil esta bonhoma, esta comunin
con el tiempo en casa del herrero de Sodoma.
Lo difcil es explicar la visin que sus hijos se llevarn a la tumba, a la suya, a la de todos.
Porque sucede: la llave que gira, lo inesperado del calendario, las deshoras. A cualquiera le
sorprende. Tena que ser hoy. Que no era da de visitas. Hoy, que quin olvidara su propio
cumpleaos. A horcajadas, ensimismado y con una ereccin memorable, no hay quien olvide ese
momento del humano rampante.
Bajo las bocas de buzn de sus padres, con las serpentinas y las bolsas de chuches en las
manos, los nietos han quedado congelados en el recibidor.
Dicen:
Pap.
Quin le ha metido eso ah al abuelo?